"...Dios sueña con tu santidad."
"La Santidad: ¿elección o misión?"
Santidad: ¿Elección o misión?
Siempre ha sido un tema controversial hablar de la santidad, pues para los mismos creyentes se vuelve excluyente, ya que se piensa que la santidad es para los consagrados (monjitas y curas), mirándola como una perfección inalcanzable de la moral o del actuar, y se olvida que no es otra cosa que una respuesta al creador, y una respuesta desde el amor, de cada uno de sus hijos.
Cuando nos ponemos a hablar de estas cosas, inmediatamente experimentamos lo que es hacer teología; el compartir y reflexionar las cosas de Dios, y de la santidad, eso es teología pura, y va mucho más allá de memorizar ciertos conceptos. Esto significa dar una respuesta, y una respuesta radical; entonces la teología no está reservada para unos pocos que la estudian, sino más bien, para quienes les hace sentido preguntarse y cuestionarse ante el mensaje de Dios, como por ejemplo: Teresita de Lisieux que su teología no es la de alguna universidad específica, sino más bien, desde su experiencia de un amor absolutamente dependiente de Dios; o San Francisco de Asís, que radicalizó la palabra de Dios en su actuar cotidiano, esa fue su teología. Y también santo Tomás de Aquino que desde su gran intelectualidad, un día dejó de escribir, puesto que en un momento de oración comprendió tales cosas de Dios, que dijo que todo lo que había escrito era pura paja. Esto es el camino a la santidad, hablar más de Dios y hacernos conscientes de la respuesta que damos a Dios.
Fui invitado junto a mi hermano a un almuerzo por el compromiso de dos jóvenes que se casaran en un año más, y conversando con el padre de la novia en la mesa, nos hacíamos esta pregunta: ¿Cómo se puede ser santo? Y me nacieron las ganas de escribir y reflexionar sobre la santidad como aquello a lo que debiésemos remitirnos a diario y revisar si es una elección o es mi misión. Me da mucha alegría que aún hay gente en el mundo que habla de santidad, que aún hay anhelos de respuestas radicales a Dios, pues una de las cosas que hablábamos en esa mesa, es que en algún momento de la historia, fue un hombre llamado Francisco de Asís que hizo con su respuesta radical a Dios, recentrar la Iglesia en Cristo… Entonces entendí que así se hace teología, no sólo desde la universidad.
Luego de reflexionar y llenarme de preguntas en el corazón, me puse a reflexionar y comprendí que lo primero para encaminarnos a la santidad, es rezar y pedir a Dios la sabiduría que viene de Él, para poder comprender y vivir aquello a lo que nos invita; y me pasó un día, al rezar laudes, me encontré con el salmo 89 y me ayudó entender algo fundamental:
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
¿Cuáles son las preocupaciones de nuestra vida cotidiana? Es una pregunta que nos podría ayudar a comprender que no necesitamos más que tomar conciencia de quién es Dios, para poder orientar nuestra vida a lo esencial. Muchas veces he escuchado a gente mayor y también lo escuché de mi padre: “Por trabajar tanto, me perdí de cosas esenciales…”, o cuando a alguien lo despiden del trabajo y reflexiona diciendo: tanta dedicación para nada. Por eso el salmo nos hace pensar en lo rápido que pasa el tiempo y donde está puesta mi atención, para que en el futuro, no vivamos desde nuestros arrepentimientos, por no haber hecho o dicho tal o cual cosa. Entonces debemos ir entendiendo que nuestra vida es un peregrinar, en donde la aspiración máxima de la vida del cristiano debe ser la vida eterna, el “PARA SIEMPRE”; así entendemos que la mayor parte de nuestra vida es fatiga inútil, si no somos capaces de valorar lo esencial y anhelar la santidad.
Aquí es cuando cobra sentido la santidad de tantos hombres y mujeres que con su testimonio nos ayudan a comprender lo que significa tener a Dios en el primer lugar del corazón. Pensemos en Santo Domingo Savio que con 14 años glorificó a Dios con la santidad, 14 años… ¿Qué teología estudió este adolescente? Y podríamos preguntarnos también ¿Por qué murió tan joven…? En primer lugar: su teología fue desde el amor, cosa a la que todos podemos acceder, todos podemos amar a Dios, porque es un acto de la voluntad, y no importa si soy rico o pobre, enfermo o sano, libre o preso, niño o viejo… Todos pueden amar; el verdadero amor se fundamenta en una decisión libre. Y en segundo lugar: ¿Murió joven?, ¿Joven? Simplemente necesitó 14 años para madurar al encuentro con Dios y alcanzar la corona de la santidad, no murió joven, simplemente maduro espiritualmente a los 14 años.
También tenemos el ejemplo de Santa María Goretti que con tan solo 12 años logró dar gloria a Dios, cuando estando sola en su casa, un joven llamado Alejandro de 18 años entró en ella con la intención de violarla, y esta adolescente se negó rotundamente diciendo que prefería morir antes que ofender a Dios, pues ella había aprendido que la sexualidad estaba reservada para el matrimonio y defendió su pureza, y este muchacho tomándola del cuello la apuñaló y arrancó… en el hospital lo último que hizo esta muchacha fue perdonar al asesino de todo corazón e invocar a la virgen María. Alejandro fue condenado a 30 años de prisión, se comportaba con irreverencia, hasta que un día soñó con una niña recogiendo flores en un prado y acercándose a él, se las ofreció; desde ese día cambió radicalmente su vida, se volvió un prisionero ejemplar, a los 27 años de condena fue liberado por buena conducta y lo primero que hizo, fue ir donde la madre de la adolecente a pedir perdón y ese mismo día, que era la noche de navidad, comulgaron juntos. El día de la canonización estuvieron presentes su madre, sus dos hermanas y un hermano, e increíblemente también Alejandro, el asesino arrepentido.
Y así cuantos ejemplos de santidad que no pasan por los conocimientos intelectuales o la edad, sino, pasan por la decisión de cómo vivir mi fe, de la radicalidad a la que estoy dispuesto, porque excusas siempre habrán y el tiempo pasa más rápido de lo que creemos.
Otra parte del salmo 89 que me ayudó a la reflexión sobre la inmensidad del amor de Dios, y el anhelo de santidad que debe haber en mi vida; y es en relación a la sensatez de mi corazón, la toma de conciencia que nuestra existencia, no es otra cosa que una oportunidad, una oportunidad para ser santo, y no por mis méritos, sino por misericordia de Dios.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Que interesante lo que el salmo nos revela, pues siempre hablamos de un Dios amoroso, misericordioso, bondadoso… y es así; pero también la fuerza de Dios se podría manifestar en la ira o peso de su cólera. Cuando nosotros nos enojamos por algo injusto, demostramos el desagrado, hacemos saber a todos quienes nos rodean la rabia que sentimos, pero quién conoce la vehemencia de la ira de Dios, o el peso de su cólera… tanto es el amor de Dios que nos da tantas oportunidades para que no tengamos que ver o sentir las rabias que hacemos pasar a Dios; por eso cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para enmendar nuestra vida, para hacer lo correcto, para convertirnos, para ser santos; así de bueno es Dios. Entonces por eso es importante aprender de Dios a calcular nuestros años, para volvernos sensatos… y aquí la pregunta: ¿Alguien sabe cuando se va a morir? Vivir pensando que la muerte está lejos o que no tiene mucho que ver conmigo todavía, es vivir en un error. Si supiéramos cuándo vamos a morir, seguramente nuestra vida se vería condicionada, entonces pensaríamos mucho más en lo que hacemos y cómo lo hacemos. Es por eso que nadie lo sabe, para que podamos vivir en libertad, y aunque algún día tendremos que morir, cada día podemos preguntarnos ¿Por qué, o mejor dicho, para qué estoy vivo, cuál es el sentido de mi existencia?
Ojalá podamos pronto entender que Dios no es cruel, porque nos ha regalado la vida para la santidad, que debe ser nuestra misión; y que aunque tengamos muchos problemas y dificultades en la vida, está sembrada la santidad en nuestro corazón por el mismo creador, por ende, es posible que seamos santos, porque es un anhelo de Dios en cada uno de sus hijos. Recordemos el pasaje de la escritura en san Lucas 23, 42 el ladrón bueno, que apunto de morir suplicó a Jesús para que lo llevase con Él a su reino, y ¿Cuál fue la respuesta? El versículo siguiente: Le dijo Jesús: hoy mismo estarás conmigo en el paraíso… Este es un ejemplo de otra dimensión impresionante de la santidad, pues muchas veces pensamos que para ser santos tenemos que hacer muchas cosas meritorias, y no es así, el arrepentimiento también es un camino que como consecuencia, no llevará a dedicar nuestra vida a Dios, poniendo en práctica lo que nos ha enseñado en su hijo Jesús, entonces vendrán las obras; pero al Ladrón bueno, ¿Qué obras buenas se le conocieron? Sólo podemos decir que el mismo día de su muerte, se arrepintió, y le valió la entrada al paraíso. Ahora él sabía que pronto moriría, pero ni tú, ni yo, sabemos el día y la hora en que nos tocará encontrarnos con Dios.
Es por eso que debemos comprender lo bueno que es confesarnos, es bueno hablar de Dios, que bien nos hace rezar y empezar a tomar más en serio el deseo de ser Santos, pues quién anhela la santidad glorifica a Dios, porque la santidad es misión cotidiana que se fundamenta en un anhelo sobrenatural de amor; ¿Qué quiere decir esto? Que Dios sueña con tu santidad.
P. Mauricio Valdivia Gallardo
“Con todo, llevamos ese tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra. (2 Cor 4, 7)
"Misión "
Desde tierras peruanas hoy quiero compartir lo que mi corazón siente en esta experiencia de misión que está comenzando. En primer lugar dar gracias a Dios por la posibilidad hermosa que me da de vivir el ministerio sacerdotal con tanta alegría, y la fecundidad maravillosa, de ver cada día cómo se manifiesta su misericordia en mí, en el cariño inmenso de tantas personas que se manifiestan en lo cotidiano.
EL DESPOJO: Que necesario fue para mi en el discernimiento de la misión, entender que el equipaje tenía que ser ligero, y no sólo desde lo material por lo kilos que permiten las aerolíneas, sino por todo lo que significa el no poder llevarte “TODO”, el no poder echar “más” a la maleta. En la preparación a esta experiencia me di cuenta que soy un poco materialista, me gusta tener cosas, y aunque las utilizo para la evangelización mayoritariamente, a la hora de viajar hay que optar, y ahí me di cuenta que soy materialista, porque me lo quería llevar todo… y no pude. Gran lección he sacado, pues en el viaje al cielo ¿Qué me llevaré…? ¿Cómo me estoy preparando para ese viaje?
Ahora no sólo son las cosas materiales las que tienen que ver con esto del despojo, pues la familia y las amistades también duelen dejarlas; la presencia física, las caricias reconfortantes y el beso tierno, forman parte de la sana afectividad que como sacerdote me convierten en Padre, como muchos por cariño y por lo que represento me dicen… pues así me imagino yo a Dios, un papa que cuando me reciba en el cielo me abrazará con fuerza, me acercará a sus mejillas y me besará… Ese es el Dios que amo y que quiero transmitir en mi sacerdocio todos los días; y aunque duele dejar la familia y los amigos, me ha servido para valorar aún más todo lo que Dios me da, y entender que soy peregrino en este mundo y que nada me pertenece, todo es de Dios.
Un sobrino recién nacido, la mesa dominical familiar, la comunidad parroquial, la fraternidad sacerdotal de cada lunes y jueves reflejada en almuerzos tan alegres, tantas Betanias de familias y amigos que me animaron cuando lo necesité… En fin, como no dar gracias a Dios por tanto, y por otro lado, que difícil dejarlo… Pero ahí está, Dios nos invita a más, porque cuando nos toque partir al cielo, nos iremos solos y llenos de tesoros en el corazón como los que acabo de mencionar.
Buen ejercicio el despojo, es como pararse frente a un espejo con una maleta vacía y preguntarse: ¿Qué llevo?, ¿Qué es lo que realmente necesito?, pero por sobre todo: ¿Para dónde quiero ir?
EL MIEDO: algunas preguntas que comenzaron a rondar en mi, y a medida qué se acercaba el tiempo de partir, fueron las siguientes: ¿Es lo que Dios quiere o es un capricho mío?, ¿Seré capaz?, ¿Estaré a la altura…? En primer lugar: distingo que no es falsa humildad, pues siempre he entendido que no estoy por encima de nada, gracias a las enseñanzas de mi familia; y muchas veces la línea es delgada en cuanto a hacer la voluntad de Dios y mi propio querer, por eso el miedo, miedo a creer que le puedo sugerir a Dios un mejor plan que el que Él tiene para mi.
La frustración también aporta al miedo, porque la imagen que proyecto y lo que verdaderamente soy, no siempre coinciden, por eso a veces puede preocuparme tanto el que dirán de mi… y así me voy refugiando para no exponerme, y voy construyendo una rutina que seca el alma y nuevamente me convierto en un espectador de la vida, amedrentado por el miedo y olvidando el protagonismo al cual Dios me invita a vivir.
SOLEDAD: también es un miedo que asecha y sobre todo lejos de tu casa… pero ¿Dónde es mi casa? Si mirara más seguido al cielo, comprendería que mi casa no está en la tierra, está allá con Dios, por eso soy peregrino en este mundo, y no voy sólo, voy con Él que me invita a la patria celestial, basado en una promesa que no fue de sólo palabras, sino encarnada y testificada en la persona de Jesús; porque podríamos decir que Jesús murió en soledad, claro, sin quien lo defendiera entre los hombres, pero no estaba sólo, estaba sostenido por el Padre Celestial… por ende, yo no estoy sólo, simplemente no se apreciar la presencia de Dios, aturdido por trivialidades y paradigmas sociales de las mayorías, y por eso puedo llegar a sentir miedo. Pero ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? San Pablo lo decía: ni el hambre, ni el sufrimiento, ni la muerte, ni la vida, ninguna cosa creada… entonces porque temer a la soledad, si esta no es otra cosa que la conciencia distraída de lo fundamental: el amor.
ANSIEDAD: La preocupación y miedo intenso, que nos impulsan a querer adelantar las cosas y comenzar a vivirlas ya; aunque no creo que esto sea totalmente negativo, pero nos hace olvidar y no respetar el presente que Dios nos da. Cada paso, cada instante cada situación, son la oportunidad que Dios nos da de ser felices y disfrutar la vida, pero siempre está ese deseo de adelantar las cosas, de saber antes como será todo, y nos farreamos el presente. Ojalá tuviera ansiedad de eternidad, ojalá anhelara con la misma fuerza la vida eterna, porque sin duda el cielo prometido, será la respuesta plena a todas mis preguntas, a todas mis dudas, y ya no buscaré adelantar las cosas, sino más bien, vivir eternamente el verdadero amor.
Hay una relación importante que no es fácil de captar, entre la confianza y la conciencia de lo que soy, porque cuando no sé confiar, entonces quiero saberlo todo y ojalá antes de que suceda todo; pero si confiáramos en Dios, entenderíamos que en el mundo yo soy parte y no el todo, por lo tanto, si entendiera que Dios me regalo la vida no para que sufra, sino para sea infinitamente feliz, entonces seria un hombre de fe que espera en Dios y logra reconocer el plan que Él tiene para mi que soy su hijo. Por lo tanto: ¿Dónde tengo puesta mi confianza? Es una buena pregunta.
ILUSIÓN: Un corazón lleno de fuego y la cabeza llena de ideas, forman parte de la ilusión de saber qué hay tanto por aprender y hay tanto por entregar en la misión. Y es que la ilusión es el motor de una buena y linda intención por querer hacer el bien; porque se cosecha lo que otros sembraron antes y se siembre para que otros cosechen en el mañana, por eso la ilusión enciende el fuego del corazón, para que nunca nos quedemos de brazos cruzados y podamos seguir proponiendo ideas, seguir sembrando, seguir soñando con un mundo mejor, un mundo que no de la espalda a Dios.
Lo demás está por escribirse… llevo pocos días viviendo en Perú y quiero buscar con todas mis fuerzas la voluntad de Dios. Y lo que mas quiero es que no se vaya a pensar que con estas palabras me presento como un héroe o algo por el estilo, por el contrario, lo que pretendo es compartir el corazón para que el que lea estas líneas, pueda rezar por mi, pues “Con todo, llevamos ese tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra. (2 Cor 4, 7)
P. Mauricio Valdivia Gallardo
"...pues debo tener conciencia que hubo uno que sufrió por mí, antes que yo naciera, y lo hizo por amor."
"Sufrimiento"
Recuerdo haber escuchado en un retiro, algo que me marco profundamente y que hasta hoy hace eco en mi corazón. Un relato que habla de una danza entre el amor y el sufrimiento. En esta danza se hablaban uno al otro en un suave compás armónico y dulce, envueltos en una melodía que prometía no terminar; y comenzando el sufrimiento dijo al amor: no me dejes nunca por favor, pues sin ti soy despreciado por todos y vivo en una soledad que destruye mi existir y no me deja morir. A lo que el amor responde inmediatamente: no te preocupes, nunca te dejaré, pues contigo es plena mi hermosura. Mirando la persona de Jesús, comprendo a cabalidad lo que el sufrimiento hace con el amor. El amor de Jesús hacia la humanidad es una escuela, pues la cruz es signo de un total desprendimiento; porque Él teniendo la posibilidad real de eximirse de tanto dolor, de tanto sufrimiento, de insultos y clavos, de humillaciones y espinas, nos amó hasta el extremo mostrándonos que el sufrimiento libera, que el sufrimiento salva.“ En la lucha contra el dolor físico se han hecho grandes progresos, aunque en las últimas décadas ha aumentado el sufrimiento de los inocentes y también las dolencias psíquicas. Es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos, simplemente porque no podemos desprendernos de nuestra limitación, y porque ninguno de nosotros es capaz de eliminar el poder del mal, de la culpa, que –lo vemos– es una fuente continua de sufrimiento.” (Nº 36 Spe Salvi) Hoy soy testigos de una humanidad alérgica al dolor, alérgica al sufrimiento; pues nadie quiere ceder a la hora de enfrentarse a una dolencia. Por ejemplo: frente a una escalera mecánica y una convencional, mi opción es la mecánica, pues respondo a la ley del mínimo esfuerzo. Para que cansarse si está la posibilidad de no hacerlo. Frente a esto tan simple como escoger una escalera que me evite un simple cansancio, cuanto más difícil es para nosotros a la hora del sufrimiento verdadero, pues no siempre hay escaleras mecánicas que nos permiten evitar las escaleras convencionales. Hay dolores inevitables que de una u otra manera se que debo asumir. La muerte, la enfermedad, la injusticia, la tragedia y por su puesto mi historia de pecado. Esa historia en la cual soy protagonista sin ganas de serlo; esa que es motivo de un constante dolor, como una herida que no deja de sangrar. Son esos escrúpulos que mueven a la memoria para traer una y otra vez a la imaginación, la vergüenza de saberme inmoral, infiel, poca cosa, traidor, indecente, sucio y tantas otras cosas que me castigan la conciencia, amedrentando la oportunidad de comenzar de nuevo, de nacer de nuevo y cambiar lo que me queda de vida. Entonces el sufrimiento se me hace indeseable, pero estoy consiente que no lo puedo desterrar, y así sufro pero sin sentido; sufro en rebeldía, sufro en soledad. Ahora no se trata de ser masoquista por vocación. Creo que debo encontrarle un sentido al sufrimiento, que de tanto andar, se me convierta en un aliado. El sufrimiento sin duda, me permite crecer, madurar y comprender, que necesito del dolor para dar a luz una visión de más esperanza; porque el sufrimiento que hace crecer, madurar y comprender, es el que purifica la verdadera intención por la cual debo vivir: El amor. El sufrimiento de Jesús fue redentor y lo sigue siendo, cuando ve que la libertad que me regaló, es mal utilizada y muchas veces la causa del sufrimiento que vivo; pero Él me sigue acompañando con su gracia. El problema es que muchas veces sufro sin saber sufrir, sin ver que es la oportunidad que Dios me presenta para ser mejor, para purificar todas aquella impurezas que tengo en mi interior, para permitirme recibir aun mas gracia de la que tengo. Porque no veo que es mayor el regalo de la vida, que el sufrimiento que me toca; entonces me revelo y dudo. Duda que me aleja de la realidad; duda que me distrae de lo esencial y me apaga la esperanza de saber que el sufrimiento me hará mejor, me hará más grande y así, comprender y valorar que Jesús sufrió por mi. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: « Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. (Mt 17, 24-25)Jesús no nos invita a un sufrimiento sin sentido, sino por el contrario, la invitación es a un sacrificio, un dolor que ofrezco por los demás y a la vez, que me permite centrar la vida en lo que verdaderamente importa, aquello trascendente, aquello que supera todas las expectativas materiales, aquello que va mas allá de lo que se. Pues después de la muerte ¿hay algo más? Creo que debo lograr darle un sentido a mi sufrimiento, fundamentarlo con amor y así integrarlo con sanidad; de esta manera podría entender el sufrimiento de otros. El amor transforma, el amor lo soporta todo, el amor me ayuda a poner en primer lugar lo que verdaderamente es importante: el amor de Dios. Así, y solo así, logro entender aquella vocación de servicio, que me enseña la verdadera prioridad que debo seguir. Como el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta, que su prioridad fue la consolación del que más sufre, del pobre entre los pobres; llegando al extremo de ignorar el sufrimiento propio, la sequedad que le acompaño gran parte de su vida, y que recién después de su muerte, la humanidad vino a conocer. ¿Para que sufrir? Hay un misterio que debo abordar y que me debe motivar a la búsqueda constante del verdadero sentido que tiene el sufrimiento, pues debo tener conciencia que hubo uno que sufrió por mí, antes que yo naciera, y lo hizo por amor.
Seminarista Mauricio Valdivia Gallardo
...Cristo murió y resucito, y ahora está con su Padre. ¿Acaso no quiere lo mismo de nosotros?
¿Habrá algo más real que la muerte?
La muerte es a la que todos temen y en la que nadie piensa. San Francisco de Asís la llamó hermana y nos la enseña como aquello de lo que nadie podrá escapar, por eso, esto constituye una verdad real. Vemos por experiencia y por razón que la muerte es real. Por experiencia, porque más de alguna vez hemos visto como alguien deja este mundo, y por razón, nos hemos podido imaginar el día que dejaremos de existir. Cuando Facundo Cabral dice en un escrito: que "desde la cuna a la tumba es una escuela", tiene mucha razón, pues mientras estamos vivos, nunca dejamos de aprender... es algo que no siempre sabemos asumir, pues vivimos en constantes competencias de quién sabe más o quién tiene más, entonces no sabemos valorar las cosa que tenemos y sufrimos por lo que no tenemos. Así viene la muerte, dándonos una gran lección, pues sufrimos cuando alguien muere por no haber valorado la vida y ha perdido el tiempo en lo que no tiene vida, y termina valorando las cosas cuando ya no las tiene. Entonces la muerte es la que nos llevará a conocer la verdad, esta gran verdad que nos mueve a la existencia. Es difícil comprender todo esto a la hora de enfrentarnos a la pérdida, al dolor; surgen las preguntas: ¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal? ¿Dónde está Dios? Son miles las interrogantes y de difícil respuesta. Ahora, con facilidad olvidamos que de la mano de la muerte hay una cuota de misterio que nos recuerda, que no somos capaces de poseer toda la verdad, sino, nos ayuda a reconocer que hay un Ser Superior que nos creó y en Él está la verdad, pues orienta nuestro existir por medio de su obra redentora, en la persona de Jesús, que también murió y resucitó. Es verdad que hay situaciones en las que se nos hace mas difícil comprender; cuando vemos un cáncer terminal en un niño, un accidente automovilístico que acaba con la vida de una madre y dos hijos, una amiga, un vecino, un pariente y tantos más, un asesinato despiadado que rompe con la ilusión de una vida plena. Lo primero que pensamos en estos casos, es que, habiendo tanta gente mala, como no se mueren ellos. ¿Pero quienes somos nosotros para hacer juicios de otras personas? Juez hay uno sólo, y aunque para nosotros es evidente la maldad intrínseca de otros, para Dios, ese también es su hijo y lo quiere salvar. Somos seres libres, y si Dios actuara en favor de los buenos en contra de los malos, se estaría contradiciendo, pues nos hace libres a todos; por eso hay guerras y discordia, por eso hay gente buena que es capaz de darse por otros, porque somos libres. Libres de escoger el amor. Entonces después de todo esto ¿Dónde está la esperanza? Siempre está y somos libres de acogerla y practicarla, pues es una virtud que viene de Dios y nos permite dirigir nuestra vida hacia la felicidad, pues el fin último del hombre es ser feliz; por lo tanto, si la esperanza es de Dios y nos ayuda a acercarnos a la felicidad, por parte de Dios está el deseo de nuestra felicidad y con la esperanza lograremos esperara a la muerte con alegría, pues esta es un paso a la plena felicidad que es estar en Dios. Cristo murió y resucito, y ahora está con su Padre. ¿Acaso no quiere lo mismo de nosotros? Miremos la muerte como la posibilidad de conocer la verdad más real que está en Dios. Por eso intentemos llamar a la muerte hermana, como San Francisco que la familiarizó y no le temió… pues ¿A quién pertenecemos...? que Dios nos bendiga.
Seminarista Mauricio Valdivia Gallardo
"... Por último: mírate al espejo y dime si no ves una buena razón para comenzar a reír."
"Comencemos a reír"
Hoy tengo ganas de escribir y quiero comenzar mencionando la estrofa de una canción de Silvio Rodríguez, que me parece buena para lo que quiero expresar, con el respeto debido al autor: “Hoy se que no hay nada imposible anoche supe la verdad, creí a mi alma inservible pero era cansancio vulgar, nada más”.
¿Cuántas veces hemos sentido que el cansancio anestesia nuestras ganas de vivir? ¿Cuántas veces la conciencia en complicidad con la mediocridad nos sugiere la desesperanza y retroceso? Y nos vamos estancando…
A eso le podemos llamar depresión, angustia, stress, que se yo… y vamos olvidando lo que tenemos a la mano para seguir avanzando.
La canción de Silvio termina con una verdad a mi parecer: “Río, y no es un desafío a la vida del sueño, es que vivo camino al cementerio.” Y es así, todos vamos al cementerio, no sabemos el día ni la hora pero vamos para allá, por lo tanto no podemos perder el tiempo en creer que somos inservibles; pues no estamos en el mundo por una casualidad. No todos servimos para todo, pero todos servimos para algo escuche una vez...
Razones para vivir hay muchas, y si digo esto, es porque de alguna manera lo he sentido todo; inservible, hipócrita, mentiroso, cansado, y también me he sentido sin ganas de seguir. Pero afortunadamente también he sentido que en una risa, encuentro la fuerza para mirar hacia adelante, y me ayuda a creer que vale la pena volver a intentarlo. Que mejor que una buena risa, entendida como la consecuencia de aquello que integra la imaginación y la sencillez, con inteligencia claro, para gozar de un instante de felicidad, que nos permite saborear lo que anhelamos y perseguimos para la eternidad. Ser feliz.
Que distinta es la vida cuando caminando en lo cotidiano, nos encontramos con una sonrisa; que distinta se nos hace la vida cuando aprendemos a reír, primero de uno mismo, y luego de todo… un buen chiste por ejemplo, ese capaz de dejarte sin aire, de tanto reír, y que por lo general sin un mayor sentido.
Cuidado si, pues es bien sabido que la risa abunda en la boca de los tontos, pero a la risa que me refiero, es aquella que no daña, aquella que es contagiosa y que su fruto es aún mas risa.
Si supiéramos el día que nos vamos a dormir al cementerio ¿Qué preferiríamos hacer con el tiempo que nos queda, reír o llorar? Creo que mas vale ir en búsqueda de los motivos que nos hacen felices y nos permiten sonreír, que ahogarnos en un estanque de culpas que nos hacen llorar.
Bueno para eso debemos vivir en base a razones que nos permitan ser feliz y así solita nos saldrá la risa. Por ejemplo: la muerte de San Lorenzo nos permite entender quizá un poquito todo esto.
San Lorenzo, es un diacono que vivió entre el año 210 y 258, a cargo de distribuir la ayuda a los pobres. El emperador de aquel entonces le pidió todas las riquezas de la Iglesia, y este se presento ante su estrado con pobres, viudas, enfermos, lisiados, mendigos, huérfanos, etc. Y le dijo: “Estos son las riquezas de la Iglesia.” Lo que irrito en demasía al emperador, pues andaba en busca de oro y riquezas materiales.
Esto le valió a San Lorenzo la Muerte, el martirio… miremos el como: el emperador lo mandó a quemar vivo; así que cual tierno lechón, fue amarrado a un palo y puesto sobre una hoguera. Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer". Díganme sino es para reírse (con el respeto de este gran santo), y no sugiero la risa a lo que paso, sino al cómo paso, el sentido del humor que ocupa el santo y le permite en el sufrimiento saber reír.
También podemos considerar el testimonio de Hunter (Patch) Adams, un médico diferente. No sólo es payaso sino que cree que «curar puede ser un intercambio de amor y no una transacción económica». El argumenta que la risa hace bien, pues dignifica el sufrimiento y con ella alivia desde el corazón.
Díganme si no es verdad que brota desde lo mas profundo del corazón, una sonrisa frente a las maravillas que nos rodean, por ejemplo: frente a un bebe recién nacido, a caso no brota una linda risa que manifiesta la alegría de contemplar el milagro de la vida; o frente a la risa de otro, sin palabras intermediarias, también comenzamos a reír; cunado somos testigos de los logros de quienes amamos, no anteponemos una risa de orgullo infinito; cuando acogemos a alguien, no le mostramos a caso, una linda risa en son amistad… y simplemente la risa ha sido el lenguaje de muchos, pues palabras pueden sobrar, pero no una risa sincera.
En fin, estamos rodados de risas… pues de no ser útiles las risas, no existirían. Entonces la risa en nuestro rostro, es algo así como una ventana que deja entrever lo que hay dentro; pues una risa sincera, es permitir que a quien se la doy, que mire lo que hay dentro; eso es lo que creo yo… bueno yo soy el que está escribiendo y al que no le guste, lo lamento. jajaja es broma.
Creo he tratado, de invitar a todo el que lee estas líneas, a lanzarse en la búsqueda incesante de una risa que permita el gozo interior de sentirse bien. No sabemos cuanto nos queda de vida, por lo tanto comencemos a gozarla y riámonos.
Si te sientes deprimido, te invito a leer un escrito de Facundo Cabral que se llama: “No estas deprimido, estas distraído.” Y luego, junta tus manos y mira al cielo y agradécele a Dios que te regaló la vida y que te permite gozarla minuto a minuto. Es cierto que algunos días es mas fácil sonreír, como dice Alberto Plaza, pero Jesús ya sufrió por nosotros mas de lo que somos capaces de imaginar; por eso si te cuesta encontrar motivos para reír, lee la pasión de Cristo en los capítulos 13 hasta el 19 de San Juan, y cuando termines, pregúntate de corazón: ¿Estoy sufriendo mas que lo que sufrió Jesús?...
Por último: mírate al espejo y dime si no vez una buena razón para comenzar a reír.
Seminarista Mauricio Valdivia Gallardo